miércoles, 16 de noviembre de 2011

Relatos en cadena

Hoy os propongo la lectura de tres micro relatos en cadena, lo que quiere decir que pese a ser independientes también están entrelazados en una misma historia, aportando diferentes visiones de la misma, y por ello dotándole de mayor profundidad. 
El género combina gótico - terror -romántico.

La viuda.
El día había sido especialmente duro, por lo que la calma que encontré esa noche en el cementerio me reconfortó macabramente. Al llegar ante la tumba de mi fallecido marido, un escalofrío recorrió mi cuerpo: era como si alguien me observase. Rápidamente deseché aquella idea. Sonreí al recordar que me negaba a entrar con él en el cementerio, excusándome en que aquel lugar me asustaba. Sin embargo, solo era una argucia para tener un momento a solas. Jamás hubiese deseado su muerte, pero ahora que todo se había calmado, su ausencia me traía una paz que nunca hubiese creído alcanzable.  Nunca volvería a levantar su mano contra mí, ni a herirme con sus menosprecios. ¿Era eso posible?
Entonces volví a sentir un escalofrío; un intenso dolor desgarrándome el cuello.
—Finalmente has venido, mi amada… —Gruñó una aterradora voz en mi oído—. Ahora estaremos juntos para siempre...

Claustrofobia.
Una sombra me perseguía a través de las tumbas. Corría tremendamente rápido como para ser humana, y no tardó mucho en darme alcance. Sus brazos me rodearon, y entonces su boca se cerró violentamente contra mi cuello…
Abrí los ojos sobresaltado, como si estuviese cayendo en un vacío sin fin. La oscuridad era tan intensa que no podía distinguir absolutamente nada. Me faltaba el aire, las paredes estaban demasiado cerca. Grité, pataleé hasta quedar sin aliento.  Era inútil: no había escapatoria.
En mi mente resonaron unas palabras que percibía tan reales como mi último sueño: “Nunca apreciaste tu suerte”, gruñó una aterradora voz que parecía furiosa con mi subconsciente. “Permíteme que yo te obsequie un destino mejor.”
Entonces recordé que mi pesadilla había sido real, y desee fervientemente dejar de existir. Encerrado en aquel ataúd,  mi porvenir era peor que la propia muerte: la inmortalidad.

Eternidad.
La mujer estaba tan bella parada frente a la tumba… Su piel blanca resaltaba en contraste con el paisaje gris que componía el cementerio. Ella era un ángel en medio del infierno de piedra que durante siglos había sido mí obligada morada.
Lo había planeado todo desde la primera vez que la vi merodeando por los límites de la necrópolis: ella vendría a mí, y yo la libraría del sufrimiento al que inconscientemente se había acostumbrado. Había sido fácil deshacerme de su marido. No la merecía… para él, ella solo era un objeto donde desahogar sus frustraciones; no la amaba como yo lo había hecho desde el primer instante.
Me coloqué muy cerca y sentí como se estremecía. Rápidamente, la rodeé con mis brazos, inhalé su aroma, y mordí con firmeza su cuello de porcelana.
Ella sería mi compañera eterna… ninguno de los dos volvería a salir del cementerio. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario