domingo, 13 de noviembre de 2011

Novela online. La mujer que refleja el agua. Capítulo 1

 

En quieroleergratis.blogspot.com
vamos a comenzar un nuevo proyecto destinado a todos aquellos a los que os guste la novela de fantasía, acción, intriga, romance…
Hoy comienza: “La Mujer que refleja el agua”; una novela escrita y dirigida en exclusiva por Melina Vázquez Delgado, autora de trabajos como “Edelweiss de Nume”. La novela irá publicándose por entregas en este blog. Si os gusta esta iniciativa y el resto de las que propone el blog, no olvides suscribirte para apoyarnos, ya que todo este trabajo es puramente desinteresado, y se hace exclusivamente para gente como “tu” a la que le gusta leer. Y por gente como Melina, a la que le gusta ser leída.



Novela:
La mujer que refleja el agua.
©Melina Vázquez Delgado.

Capítulo 1.  La fortaleza de Gerión

Cuando se despertó, el mundo entero giraba a su alrededor, y no porque ella fuese precisamente el centro del universo o alguna personalidad importante; tan solo era una chiquilla solitaria y asustada a la que horas antes le habían propinado un fuerte golpe en la cabeza. 

Cuando consiguió centrar la visión, comprobó como dos hombres corpulentos vestidos de los pies al cuello con dos gabardinas oscuras la llevaban cada uno por un brazo, arrastrado sus pies sobre la pasarela de un puente de piedra. Al otro lado les esperaba una inmensa fortificación de construcción antigua. Un descomunal castillo rodeado de unas no menos inmensas murallas de piedra grisácea que desprendía un peculiar brillo azulado.
Pocos pasos después, el portón de la entrada se abrió estruendosamente, y un gigantesco hombre ataviado con un abrigo de pieles rojizas salió a recibirles seguido por un hombrecillo encorvado y muy delgaducho, cuyas dimensiones contrastaban bastante al lado del que por lógica parecía su superior. 

Ambos grupos se encontraron en medio del puente y detuvieron sus marchas. Los hombres que arrastraban a la muchacha la soltaron bruscamente, haciéndole caer de cara en medio de los escasos metros que separaban a sus captores de los provenientes el castillo. La joven temblaba de pies a cabeza debido a una fuerte mezcla entre temor y frio. Era tal su pavor que ni siquiera pudo incorporarse del suelo, por lo que los hombres pensaron que todavía estaba inconsciente. El gigante escudriñó a la diminuta presa con desdén. Ni aunque le acabasen de escupir a la cara se hubiese sentido más insultado. 

—¡Vuestro señor debe creer que mis dominios son un parque de recreo para niños! —Bramó el gigante claramente molesto, con sus gruesos labios agazapados tras la tupida barba cobriza que le llegaba hasta la cintura. Por si su porte y corpulencia fuesen ya de por si poco intimidantes, el hacha que llevaba consigo tenía sus mismas proporciones y la esgrimía sin dificultad. 

Ambos captores se miraron de reojo esbozando una pícara sonrisa. Las gabardinas les cubrían por igual, desde el suelo hasta la nariz, y encima llevaban gafas de sol y sombrero, haciendo imposible visualizar algún tipo de diferencia entre ambos, que además medían exactamente lo mismo y aparentaban idéntica constitución. Por si fuera poco, sus voces sonaban con idéntico timbre fantasmagórico. 

—Nuestra captura es tan peligrosa como inocente su apariencia —Aseguró uno de ellos con prepotencia.
—Nuestro señor en realidad se pregunta si su fortaleza estará a la altura de las circunstancias —Se burló el otro. 

El gigante tensó cada músculo de su cuerpo con rabia, mientras que con ojos enrojecidos por la furia contemplaba con aire despectivo a la que sería su prisionera. Su compañero menudo salió tras su espalda y tomó a la joven de los cabellos, haciendo que emitiera un profundo alarido de dolor. Sin ningún tipo de miramiento, el hombrecillo pasó sus delgaduchos dedos por su rostro hasta hacerla mirar fijamente a su señor, que cuando contempló la cara  aterrada de aquella muchacha de apenas dieciséis años rápidamente  todavía encendió mas su ya fácilmente inflamable cólera. Su apariencia era la de una endeble y asustadiza joven de piel clara, largos cabellos rubios y sonrojadas mejillas. Sus ojos azules portaban la viva imagen de la inocencia y el terror. 

—Espero por vuestro bien que esto no sea una broma…
—Mi señor espera que podáis retenerla aquí una semana. Su pérdida supondría para vos no solo la retirada de sus favores y protección… sino la pena de muerte. 

El gigante no podía dar crédito a lo que sus ojos le mostraban, ni mucho menos a lo que estaba escuchando. Aquellos esbirros le insultaban en su propio reino. A él, amo y señor de la cárcel más inmensa y segura de todo el mundo… ¿Cómo podían siquiera dudar  que pudiese retener a una mocosa? ¿De él, que había sometido a toda clase de criaturas legendarias hasta convertirlas en argamasa para sus torres? 

—Mi señor —Se dirigió humildemente a él su grimoso vasallo—. Tengo buenas razones para creer que dicen la verdad sobre esta chiquilla.
—¿Y qué razones son esas? ¡Decídeme ahora mismo quién diablos es esta “mosquita muerta”! 

Su servidor tomó la mano derecha de la joven y la extendió de forma que su amo pudiese ver su palma. Lo que allí había fue suficiente como para que su ira desapareciese de golpe y olvidase todo insulto hacia su fuerza. 

—¡No puede ser! —Exclamó con inmenso asombro y sin poder apartar su mirada de la mano de la joven.
—Mi señor desea que la custodiéis una semana. Ahora que sois consciente del honor que eso supondrá, también lo seréis de que cualquier contratiempo significará vuestra destrucción.
—En Gerión no existen los contratiempos. Decidle a vuestro señor que mis mejores hombres y yo la custodiaremos personalmente día y noche.
—Así serán transmitidas vuestras palabras. Recordad: una semana. El próximo domingo al amanecer deberéis devolvérnosla intacta. 

El gigante, curtido hombre de batalla y galardonado en las más feroces guerras, por primera vez en su vida estaba temblando. Aquella jovenzuela bien podría valerle la muerte o la gloria. No podía descuidarse. No cuando había visto y reconocido la marca de su mano. Definitivamente no era solo la niña tonta que mostraba su apariencia. Sin duda se trataba del preso más peligroso que había acogido nunca su famosa prisión. 


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