sábado, 19 de noviembre de 2011

La corbata del abuelo.




Hasta que decidimos volver a colgarla en el techo, la abuela no nos concedió un solo momento de paz. 

—¡Era la corbata del abuelo! —Refunfuñaba—.  Debe quedarse donde él la dejó por última vez.

—Abuela —Insistí con desesperación, luchando más con su mala cabeza que contra sus gafas de culo de botella—. Eso de corbata tan solo tiene el nudo. ¡Bien se ve que es una soga!

—¡Para una vez que se puso elegante! —Terqueó la anciana—. Y yo que siempre le decía que vestir bien por un día no le mataría…

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