lunes, 12 de diciembre de 2011

Tercera entrega de la novela: La mujer que refleja el agua

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La mujer que refleja el agua.
©Melina Vázquez Delgado.

Parte 3.
Prisionera del miedo

Lo siguiente que vio Arcadia a través del hueco en el muro fue la silueta de un monstruo de descomunales proporciones. Tal era su envergadura sumada a la fuerza con la que batía sus alas al viento que toda la torre donde se hallaba tembló bruscamente con su paso tan cercano. Tanto llamó la atención de Arcadia la feroz criatura que no se dio cuenta de que el hombre había liberado sus manos de los grilletes hasta unos minutos después de que se alejara.
Estaba sola en un lugar aterrador y extraño, lleno de gente peligrosa y criaturas extraordinarias. Una cárcel de la que no podía escapar, ya que corría el riesgo de transformarse en arena. Solo pudo echarse a llorar sin atreverse a dar un paso fuera de la celda. Aunque la puerta estaba abierta y sus manos libres, descubrió con horror como las cadenas pueden ser incluso más fuertes cuando no son físicas.

Mientras tanto, el gigante guardián de la fortaleza observaba la celda de su prisionera más codiciada a través de uno de sus espejos vigías. Si había algo que le ponía de buen humor era ver la desesperación ajena por la mañana.
—La misión más importante que me ha encomendado mi señor será la más fácil de cumplir —Rió satisfecho mientras se frotaba ambas manazas—.  Buen trabajo, Alrik.
En ese instante el hombre de la celda atravesó uno de los espejos que rodeaban la sala con la misma facilidad que si atravesara el marco de una puerta.
—Mi trabajo ha concluido —Afirmó tratando de disimular el pesar que aquello le provocaba—. He encadenado fuertemente su mente, tal y como es mi especialidad y fue vuestro deseo.
—Aun así, Dante será su segundo guardián. Dos guardianes legendarios para asegurar a una criatura legendaria. Toda precaución será poca.
Alrik observó a través de uno de los ventanales que se intercalaban con los espejos en la habitación circular, pero no veía la monótona vista de siempre. Sus ojos veían sin ver, se recreaban en sus pensamientos donde solo estaba aquella joven asustadiza e indefensa a la que había tenido que aterrorizar. Pensó que si fuera libre con solo verla por primera vez hubiese dado su vida por protegerla. Pero sus acciones pertenecían a Gerión exclusivamente hasta que cumpliese su promesa.
En ese instante, el grimoso secuaz del gigante irrumpió en la habitación llevando consigo un enorme vaso con una bebida caliente que olía a rayos. Alrik ni siquiera se tapó la nariz. Tras tanto tiempo sufriendo los asquerosos batidos de entrañas que desayunaba su amo, de alguna forma había llegado a acostumbrarse al hedor.
—Mi señor, recordad que también contáis con mis artes para retener a la muchacha en Gerión.
El gigante, que estaba bebiendo su batido cuando oyó la sugerencia de su grimoso vasallo, se atragantó a causa de sus palabras.
—Mi apestoso y enclenque mequetrefe —Rió con ganas—.  ¿De veras crees que necesito tu ayuda en tan importante misión cuando se encargan de ella los dos mejores guardianes de Gerión?
El servidor bajó avergonzado la cabeza. El menosprecio con el que su amo lo había tratado el último siglo era el claro responsable de su exagerada corcova.  En cuanto terminó su batido, el hombrecillo volvió a descender con el vaso vacío escaleras abajo, maldiciendo su suerte y a su señor en cuanto la distancia escondió sus palabras.
Alrik no sintió pena de aquel perverso y enrevesado personaje que había ambicionado suplirle desde que le conocía valiéndose de toda clase de artes oscuras. En más de una ocasión había visto que su disfraz de cucaracha aunque atacando de frente era completamente inútil, reptando por la espalda se volvía letalmente peligroso.

Mientras tanto, Arcadia finalmente había encontrado el valor necesario para abandonar su celda y descendía lentamente las escaleras de caracol. Minutos más tarde llegaba a la salida de la torre, donde la puerta también estaba abierta. Aparentemente nadie se preocupaba de que escapara, pero su intuición le aconsejaba acertadamente que estaba siendo vigilada. 



Continuará...  


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