viernes, 9 de marzo de 2012

7 años sin Samuel. «Decir "te quiero" antes que "adiós"».



Cada nueve de marzo para mí es un día de reflexión sobre la  vida y la muerte. Ojalá todos tuviésemos uno… eso si, por las buenas, cuando nuestros seres queridos están bien y felices, no cuando los hemos perdido irremediablemente. Porque cuando se ve la muerte muy de cerca, tanto como para sentir la frialdad de su afilada hoz rozando nuestro cuello, es cuando nos damos cuenta de la brevedad y fragilidad de la vida. Hoy estamos aquí… pero mañana podríamos nadar en la inexistencia. Hoy tenemos aquí a nuestros seres queridos, bien sea a nuestro lado en el sillón viendo la tele y sin hablarnos mutuamente, o a miles de kilómetros hablándonos a través de una línea telefónica.  

 
Paradójicamente, la muerte también te enseña que la vida es curiosa, un curioso don que damos por sentado. Sin embargo si reflexionamos, deberíamos dar más abrazos a ese familiar que vive en nuestra misma casa, aunque lo veamos todos los días, o decirle “te quiero” a ese amigo que vemos constantemente. Es fácil ser sinceros cuando hay tiempo para despedidas, cuando sabemos que ocurrirá algo malo, o cuando alguien querido coge una maleta y se va lejos. Lo más difícil es ser sinceros con aquellos que forman parte habitual de nuestra vida, pues nunca nos hemos parado a pensar que aunque para nosotros es evidente, el día de mañana podríamos arrepentirnos por nunca hacerles saber audiblemente que los queremos. Así que, si no queréis arrepentiros mañana,  no olvidéis decirles a vuestros seres queridos “os quiero” con toda la frecuencia e intensidad que os sea posible.

Hoy hace siete años que mi hermano Samuel nos dejó violentamente a la edad de 17 años. Quien se lo hubiera imaginado entonces… Antes me hubiese imaginado el fin del mundo que una llamada nocturna con una noticia tan desoladora. Si viviese a día de hoy mi hermano sería ya un hombre de 24 años, sin embargo es curiosa la anti naturalidad de la muerte, especialmente a una edad tan temprana, pues siempre lo recordaré como un joven de 17 años. Un joven al que no le han dejado vivir para saber lo que era la vida, que murió por dos injusticias que hoy en día siguen existiendo (y existirán): los hierros en nuestros arcenes, homicidas de los motoristas, y los conductores imprudentes (y sin conciencia ni humanidad).

Vivimos en una sociedad que da prioridad a lo material por encima de lo humano. Nos dejamos la vida consiguiendo posesiones aunque para ello no podamos estar con la familia. Colocamos cuchillas en los arcenes porque son más baratas que otros sistemas que pudiesen salvar vidas. Nos saltamos las normas de tráfico para ahorrar nuestro tiempo aunque con ello le robemos toda la vida a otra persona.

Amad a quienes tenéis cerca del corazón, pero sobre todo, recordádselo a menudo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario