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Fotografía © Melina Vázquez |
Ella:
Querido nadie,
y a la vez mi todo:
Te escribo como si me
oyeses,
como si fueses alguien.
Consciente de que es tan
vacío escribirte,
como lo es gritar mis
penas al aire.
Estoy al borde de un
precipicio
y a un paso de abrazar
viento.
Y allí grito, esperando
respuesta,
cualquier apreciación de
mi existencia.
Quizás una mano amiga,
o una voz que me engañe…
¡Algo que quiebre el
silencio y su indiferencia!
Pero no me responde
nadie.
Avanza la noche
y me arropa su manto,
sin que siquiera
conteste
el eco del valle.
Río, lloro, suspiro, me
lamento…
¡enloquezco y grito al
viento que calle!
Entonces mi angustia me
alerta
de que solo eres papel
en blanco,
el indiferente silencio
que ríe,
y el inmenso desierto
que me abate.
Querido nadie::
El se marchó
y llevó consigo todo mi
mundo.
Tan desesperada estaba
por recuperar su amor,
como triste está una
estrella
que sueña con ver el sol.
Quise silenciar el dolor
siguiendo malos consejos,
y ahora, vago como alma
en pena,
recordando tiempos
mejores
de los que cada vez me
siento más lejos.
Solo conseguí ser
invadida por la niebla,
rodeada por un tupido
manto que me separó de la vida.
Ahora me doy cuenta de
que no mereció la pena,
pero la corriente me ha
alejado tanto
que ya no puedo ver la
orilla.
Mafias de mentiras,
traficantes de falsa
esperanza:
¿Cómo puede hacer feliz
un tirano que esclaviza,
que te cubre de cadenas
y te hechiza,
para que pienses que en
realidad te abraza?
Ladrón que aturde mientras
roba la vida,
que toma tu mano para
llevarte por caminos de espinas.
Susurrador de promesas
de un futuro que ya murió.
Al final se ha vuelto mí
autentica ruina,
porque ahora la niebla
soy yo.
EL:
Querido nadie… no, querida Sara:
También hace mucho
tiempo que anhelo verte,
pero tú te has ido para
siempre…
¿Y cómo podría yo
rescatarte de la nada?
Desapareciste, solo
dejaste un diario,
mi más valiosa
pertenencia,
porque aun cuando no
eras tú misma
sus hojas guardaban tu
autentica esencia.
¿Tuviste que hacerlo?
¿Acaso fue por
obligación?
¡Qué sentido tiene
hipotecarte a esa mierda
y condenar nuestra vida
a su extinción!
¿Acaso querías vengarte
por mi partida,
tan inevitable como mi
dolor?
¿O pretendías mitigar la
tristeza
recurriendo a su propio
creador?
Es inútil que me enfade
contigo,
porque ya no estás.
En vano podría gritarte,
porque no me oirías.
Tu gesta es el colmo de
las ironías:
mataste la tristeza
eliminándote a ti misma.
Ojalá pudieses leer mis
palabras,
y susurrar que me
esperarás en alguna parte.
Pero la droga es una
goma de borrar,
y tu vida una hoja que
se llevó el aire.
Le regalaste tu vida a
la muerte:
¿Y qué hago yo ahora con
la mía?
Solo puedo aprender de
tu error,
y soportar la pena sin
heroína.
Vivir en compensación
por tu vida, y por la
mía.